Recorrido por hoteles de paso con prostitutas de La Merced

VICE / MARCOS CRUZ   15/04/2016

Recorrido por hoteles de paso con prostitutas de La Merced

Un recorrido por los hoteles de paso con las prostitutas de La Merced

VICE / MARCOS CRUZ

La Merced es uno de los prostíbulos más grandes del mundo que opera las 24 horas. En este barrio de la Ciudad de México hay cerca de 3 mil mujeres laborando, de la calle San Pablo hasta Corregidora. Varían en número, pero siempre hay alguien trabajando. Aún en las noches gélidas, las más audaces visten ombligueras y minifaldas alrededor de una fogata. El padrote, el hotelero, el cliente, los hijos apremian y hay que satisfacerlos. El negocio da y en cantidades demenciales. El Foro de Viena para Combatir la Trata de Personas, considera que la explotación sexual es el tercer ilícito más lucrativo del mundo, sólo debajo del tráfico de drogas y de armas, y que anualmente produce ganancias estimadas entre 32 mil y 36 mil millones de dólares. En México es el segundo, sólo debajo del narcotráfico.

Me di la misión de recorrer algunos de los hoteles de paso de este legendario barrio junto a sus mujeres.

HOTEL REGINA, EL TOUR COMIENZA

Comencé por el Regina, ubicado en la calle del mismo nombre, a espaldas del metro Pino Suárez. Me condujo Allison, quien trabaja por las tardes en la esquina de San Pablo y Cruces. Me convence su desenfado: "Te va a gustar tanto que vas a querer regresar cada ocho días", dice sonriendo. Apenas cruzamos la puerta de la habitación, le pago 150 pesos del servicio básico —además de los 100 de la recepción—. Cuando le explico que solo quiero platicar, se molesta: "Yo vengo a trabajar y no a contar sobre mi vida", me reprocha. Apenas si dice su nombre. A pesar de todo, me agrada iniciar mi tour en estas calles. Asentado sobre la antigua traza de Tenochtitlán, por este mismo barrio deambularon ofreciendo sus servicios las monamacac y las ahuianime, antiguas prostitutas aztecas. Incluso Diego Rivera pintó a una elegante ahuiani en uno de sus murales de Palacio Nacional. Ya para la época colonial, sobre Mesones se instalaron los primeros prostíbulos oficiales de la Ciudad de México, con lo que nos dejan en claro que desde hace siglos este es su territorio.

NECAXA, LA PROSTITUTA TOJOLABAL

La esquina de San Pablo y Topacio poco a poco ha sido conquistada por una veintena de lozanos rostros veinteañeros que trabajan en los hoteles San Marcos (calle Mesones) y Necaxa (afuera del Metro Merced). En éste último conozco a Eli, una prostituta tojolabal de 19 años a quien le gusta el reguetón. Cada que su padrote se va y la deja sola en el hotel donde viven, acostumbra ir con sus amigas a bailar los sábados por la noche. La última vez terminó "bien borracha y vomitando en el taxi", me cuenta entre risas. Aunque no quiere que se entere su padrote porque la podría golpear.

Eli es pequeñita y de rostro redondo. Por su hablar levemente entrecortado entendí que el castellano no era su lengua materna. Por cada cliente que la contrata tiene que caminar alrededor de 200 metros hasta el Necaxa. "Por lo menos haces pierna", le digo. "Sí, pero es muy cansado", responde mientras se masajea los pies con sus diminutas manos. Trabajaba como empleada doméstica en Tuxtla Gutiérrez de seis de la mañana a cuatro de la tarde, por lo que ganaba 600 pesos semanales. A su padrote lo conoció en su día de descanso en el parque. "No sabía qué era el cine", me dice Eli recordando la primera vez que su padrote la invitó a una función y de cómo ostentó su dinero cuando pagó. "Como ya tenía trabajando a otras chavas les hablaba para que le enviaran dinero", cuenta. Así comenzó su noviazgo y a los pocos días la invitó al cuarto que rentaba. "Y ahí voy de tonta, ahí se aprovechó el güey", recuerda de su primera relación sexual. Después se la llevó a Tenancingo, Tlaxcala, donde conoció a su nueva familia. Una familia de prosapia en la profesión: su suegra prostituta, su suegro padrote y su cuñado de 17 años está aprendiendo a hacerlo.

EN EL SANTO TOMÁS, SIEMPRE CON EL CELULAR EN LA MANO

Ya sobre Circunvalación el primer hotel es el Santo Tomás, entre Carretones y Santo Tomás. Entré con Jessi, quien no dejaba de mensajear por WhatsApp. Es lo que muchas hacen, teclean incesantemente su celular, mientras informan:

200 pesos el nomal y 300 el desnudo completo, de 10 a 15 minutos".

Cuando entramos al hotel alcancé a ver la foto del fondo de pantalla de su celular. "¿Es tu hijo?", pregunté. Lo afirmó en tono efusivo y agregó: "déjame presumírtelo". Y me mostró las fotos de Kevin, de cinco años de edad. Así comenzó nuestra plática.

Jessica fue enganchada en Tehuacán, Puebla, donde trabajaba por 700 pesos a la semana en una fábrica de mezclilla. En esa ciudad conoció a su padrote, quien le prometió casamiento pero en cambio la llevó a San Luis Potosí donde la obligó a prostituirse. "Si no lo hacía simple y sencillamente mataban a mi familia", me cuenta con voz tranquila, resignada. Yo tuve suerte; hay otras que conozco que se las robaron y sus familias nunca supieron más de ellas.

Un año después de irse con su padrote, Jessi resultó embarazada y a los seis meses del nacimiento de Kevin, su padrote se lo quitó y lo dejó al cuidado de sus abuelos paternos. La prostitución se ha vuelto una práctica familiar donde todos cooperan para usufructuar del negocio. Jessi y su proxeneta mantuvieron su peregrinar por las zonas rojas de provincia. Por dos años vio crecer a su hijo casi exclusivamente por fotografías y videos que su padrote le llevaba o publicaba en Facebook. Sólo tenía permitido ver a Kevin cada tres meses y cuando no juntaba el dinero suficiente, su padrote la castigaba negándoselo. Pero se ganó la confianza del padre de su hijo en un operativo de la policía en Puebla. Por más que la presionaron en el Ministerio Público, se mantuvo en el estribillo previamente establecido por su padrote: "no tengo padrote, me metí por voluntad propia y mantengo a mi hijo". Al notarla tan en confianza le pregunto: "¿Y cómo se llama tu padrote?" Al instante su mirada serena destella alarma.

"Ya se nos acabó el tiempo", contesta.

EL TAMPICO, LA CHICA SOÑADA

Conocí a Rebeca en el Hotel Tampico, en Pradera esquina Zavala, que por cierto es una excepción, pues está limpio e iluminado. Hay mujeres que te derrotan apenas las miras y con Rebeca sucedió: le confesé mi misión. "¿Por qué no mejor me invitas un café para platicar?", fue su milagrosa respuesta. Pero nada de grabarme, advirtió. Su maquillaje es notorio pero sin llegar a ser exageradamente recargado. Lo único que me llama la atención es la diamantina que esparce levemente alrededor de sus ojos, como si fuera una adolescente de secundaria. Pero Rebeca ya no lo es, tiene 31 años, aunque aparenta un poco menos. Es madre soltera de una niña de 12 años y un niño de siete.

Además de La Merced trabaja en Sullivan y, bajo la presión de ser exhibida por el ojo ubicuo de los celulares en las redes sociales, cada vez más se dedica sólo a ser edecán en eventos de promoción. Aunque hay una gran diferencia: como edecán gana entre 500 y 1000 pesos por jornada, y como prostituta entre 2,000 y 5,000 pesos.

Conozco en Sullivan a chicas que también trabajan de escorts y aun así las grabaron los cabrones clientes", me dice preocupada Rebeca y agrega, "no quiero que mis hijos se enteren de qué trabajo".

Mientras caminamos sobre avenida Balderas, los claxonazos dirigidos hacia su persona no dejan de irrumpir nuestros oídos. En un gesto sorpresivo me toma de la mano y me conduce a un Sanborns. "Mi hijo se enoja mucho con los hombres que se me quedan viendo", dice cuando ya estamos sentados en la cafetería. Rebeca está consciente de que muchos de sus clientes la frecuentan no sólo para desahogarse sexualmente. "Platico con ellos, les pregunto por la forma en que más les gusta hacerlo, me gusta ser alivianada y que se sientan cómodos cuando me vienen a visitar".

No tiene proxeneta. "Pues claro", me dice, "es la única manera de hacer algo de dinero en este negocio, sin zánganos que mantener y que todavía te  peguen". Cuando llega la hora de marcharnos Rebeca me arrebata la nota de la cuenta y por más que le digo que me la regrese para pagar, se niega y dice que ella invita hoy.

 

Puedes leer la nota original en: VICE

*Este contenido es publicado con autorización de Vice.

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